martes, 19 de junio de 2012

Testimonios


Para acercarnos a la literatura de Benedetti es necesario situarse en un determinado contexto histórico, social y literario que nos permita entender el impulso inicial que hace surgir su obra. Es preciso asimismo no perder de vista contra qué empieza combatiendo este escritor, cuál es su posicionamiento ante la institución cultural, cuáles son sus argumentos a la hora de la creación de un nuevo lenguaje estético.
En las citas que transcribo a continuación, y que fueron leídas en su momento en clase, se sintetizan claramente las intenciones poéticas que persiguen sus primeras creaciones, se dibuja rápidamente el panorama en el que se encontraba la literatura nacional en ese entonces (hablamos de la veintena que va desde 1945 a 1965), sus esquemas obsoletos y su lenguaje caduco, así como la nueva realidad emergente que acuciaba al país.



 “[...] cuando [me] ocupaba de la literatura nacional lo hacía casi siempre sobre la literatura urbana, un modo de hacer literatura que empezó con nuestra generación, “la del 45”, porque hasta esos momentos la literatura uruguaya sólo trataba temas sobre el campo, sobre gauchos, etc., y estábamos en una época en que todo eso había cambiado. Los escritores que producían en estos años casi ninguno venía del campo, el campo que habían conocido ellos era a través de otros poetas que sí habían vivido esta experiencia; [...] los escritores de Asir reflejaban en sus escritos un ambiente idealista y romántico, hablaban del paisaje, de la naturaleza, y jamás se referían a la ciudad. Además, en aquellas fechas, estaban aconteciendo muchas cosas en la ciudad, la mitad del país vivía en Montevideo, ésa era la realidad [...]” (Entrevista publicada en Poética coloquial hispanoamericana, Universidad de Alicante, España, en 1997).



“En cuanto a mi obra, Montevideo la ocupa casi totalmente. No sólo porque uno de mis libros se titula Montevideanos, sino porque a lo largo de mis novelas, mis cuentos, mis poemas, no siempre en las líneas pero sí en las entrelíneas, la ciudad y sus habitantes son presencias casi estables. No sé si será una obsesión, pero al menos es un rasgo tenaz, pero también una carencia... Como mis personajes, soy un montevideano seguro cuando trabajo e imagino con ellos, a partir de ellos, o a partir de mí mismo, como montevideano” (Benedetti, en el 1er Coloquio InternacionalLiteratura y espacio urbano” celebrado en Alicante, España, 1994: 30).



"Si un escritor de la ciudad (que aparte de la zona amateur de su jornada, tiene por lo común ocupadas en alguna tarea extraliteraria ocho o más horas por día, y sólo toma contacto con la vida del campo en alguna que otra semana de turismo), si ese escritor de la ciudad escribiera una novela o un drama rurales, corre el peligro de que sus figuras se asemejen a los gauchos de Hollywood o al indio importado de Zorrilla. Le queda, empero, la ciudad, rico en temas, en ambientes, en caracteres. Montevideo no conoce todavía su novela, tal como la tienen París, Madrid o Buenos Aires". (Mario Benedetti, en "Marcha" abril 9 de 1948).



"Montevideo casi no ha tenido cronistas de sus presentes sucesivos ni, menos aún, recreadores de esas crónicas ciertas o posibles. Enfrentar, con un mínimo propósito creador, la ridícula acusación de ridiculez, requiere hoy en día un coraje tan peculiar y tan sutil que ni siquiera tiene el mérito de parecer coraje. Pero hay otro rasgo que afecta por igual a lectores y autores: la resistencia, en unos y en otros, a admitir (antes de cualquier lectura, previo a toda creación) el Montevideo verdadero, esencial. Tanto le han repetido al montevideano que vive en una democracia perfecta, junto a playas magnificas; tanto le han enseñado que su fútbol es (o, más bien, era) el primero de América y del mundo, y su churrasco el más sabroso del Universo y sus alrededores; tanto énfasis han puesto en hacerle admitir que esas afirmaciones son todo y lo demás no importa, que ahora, naturalmente, hay muchos saludables reconocimientos para los que el montevideano se siente inhibido. De ahi que se aferre a una visión escolar de su propio medio, y siga considerando vigente un retrato de la ciudad, cuyos retoques ya huelen a viejo." (Benedetti, en “Marcha”, enero de 1962).

















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